jueves, 1 de diciembre de 2011

Tiempo

Tres tristes manecillas, son las que marcan el ritmo de nuestra decadencia. 
Aunque inteligible, el tiempo es algo que está ahí, indiferente a nuestra existencia. Pero nosotros somos incapaces de hacer caso omiso al paso de Chronos por el mundo. Aún sin consultar un reloj en nuestra vida, es algo que nos marca, que deja huella. 
Esto me invita a plantearme, qué es lo que hacemos con ese tiempo. Esto es una carrera contrarreloj en la que no estamos seguros al cien por cien de cuánto tiempo se nos da. 
Hay gente que por temor a un futuro incierto, se consuela observando el tono sepia del pasado. Otros huyen de los errores que fueron, corriendo hacia la solución que será. Yo avanzo con el tiempo a cada segundo, microsegundo... cada hora. Ni el pasado me parece memorable, ni el futuro parece decirme nada nuevo. Aún sigo en la línea de salida, esperando a tomar una decisión. 
Ya sea con en el tic-tac o en el silencio, aún barajo posibilidades que se resisten a salir. Como he dicho, la decadencia hecha compás, y las dudas, melodías bañadas de ideas. 

sábado, 12 de noviembre de 2011

The one that got away

Temo no llegar a dar nunca ese paso, pero a la vez me parece poco importante. ¿Cómo lidiar con un sentimiento tan contradictorio? 

Cambiar mi camino en un instante, creo que ya va siendo edad de replantearme esas cosas. Huir, mejorar, experimentar... todo esto me viene a la cabeza cuando intento apartar esa niebla confusa de mi mente. He sacado una frase de una película: "Miré a mi alrededor y vi que no había ni una sola persona cuya vida envidiara." ¿Puedo tomar esto como un incentivo para el cambio? ¿Notaré alguna vez esas ganas irrefrenables de romper mis fronteras?


Mi mundo no es infinito, pero tampoco se queda corto. Quizá es de esta idea de la que saco la energía cada día, porque hay veces que hasta yo me pregunto cómo sigo de pie. No tengo problemas con el mundo, los tengo conmigo mismo. ¿Es tan difícil poder seguir el camino que uno quiere? ¿Acaso voy por el sendero correcto? Si es así ¿seguirá siendo tan ciego el siguiente paso como hasta ahora? Hasta el momento sólo yo me he puesto la zancadilla al andar. 


Puede que algún día me ría de estas cavilaciones, quién sabe. 

viernes, 11 de noviembre de 2011

3ª Parte. No sé si la gente lo lee, pero.. se sube. Es un poco más larga pues uní la cuarta y la tercera (en la tercera dejaba la trama demasiado cortada como para subirla como capítulo independiente.)

Bridget Leavitt dormía en su cama. O al menos eso intentaba hacer. Tapada hasta el cuello, entre jadeos y quejidos, la mujer del matrimonio Leavitt sufría una severa gripe. El señor Darren había estado haciendo todo lo que podía. No hacía más que traer medicamentos, probaba miles de remedios, pero ni la fiebre ni el estado agónico de la mujer mejoraban. 
Camyl observaba desde la puerta a su madre. Una mezcla de miedo y compasión invadía su rostro. De repente, Bridget empezó a subir el tono de voz, los incesantes gemidos se convirtieron en gritos de dolor. Cam se tapó los oídos con fuerza mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. 
El señor Leavitt apareció corriendo por el pasillo, gritando a la pequeña que se quitase de en medio y se fuese a su cuarto. Entró en la habitación y cerró la puerta tras de si. Los gritos se confundían unos con otros, el señor Darren intentaba calmar a su mujer, y esta no hacía más que gritar en respuesta. Camyl se dejó caer en el suelo, llorando de impotencia. 

Para ella era una pesadilla, un mal sueño del que quería despertar.
Sin quitarse las manos de los oídos, se dirigó a su habitación. Sacó su pequeño diario y comenzo a escribir con su pluma.


"Madre lleva ya seis noches enferma. Padre dice que no me preocupe, que madre es fuerte y conseguirá superar la gripe. Sé que hago mal pero, no confío en padre.
Los gritos de madre irrumpen en mis sueños, desde mi cuarto oigo cuando intenta forcejear con las correas de cuero que padre puso en la cama.
Padre dice que todo irá bien, que en un par de días, con la llegada de la primavera, madre recuperará las energías.

 Parece que ya ha terminado el ataque. " 



>> Mi cuerpo se arqueó involuntariamente hacia delante y vomité. No podía aguantar más, mi cordura estaba rozando límites demasiado graves.
Un cuarto con forma alargada, frío y oscuro como cualquier otro en aquel sitio. Carente de ventanas o cualquier obertura por donde entrase luz.
El rastro de sangre no era más que un fino trazo en un laberinto de marcas de sangre por el suelo. Brazos arrancados, sin ningún indicio de haber sido cercenado quirúrgicamente, dedos, mechones de pelo... un intenso olor a materia en descomposición y heces. Aquel "océano" de dolor parecía el infierno mismo.

Jirones de ropa aún envolvían algunos miembros. La sangre había calado en el suelo de madera de aquella sala, y sin embargo había charcos más recientes. Las huellas y arrastrones ensangrentados se internaban en la oscuridad.
Eso fue lo que me reveló la anaranjada luz de la linterna. A mi alrededor, la penumbra y la oscuridad no habían sido aún rasgadas por el candil, y en mi interior temía que podría haber ahí.

Quería salir de ahí, suplicaba a la sombra que me dijese cómo salir de ahí. Silencio fue la única respuesta. Los pasos volvieron a resonar a mis espaldas, lo que fuese que había venido, volvía. Dudé entre gritar, o correr hacia un extremo de la sala. Ambas cosas podrían significar un mal paso. Respiré hondo y caminé hacia la derecha. Mis pisadas se amortiguaban en la sangre, silenciando mi huida.... o mi perdición. 


* * * 

El corazón latía con fuerza, mis sienes palpitaban con cada latido. Caminaba despacio y procurando mantener cada rincón bien iluminado. El camino seguía inundado en sangre, pero a medida que avanzaba, los restos eran menos "frescos". Los huesos se esparcían por el suelo. Esperaba encontrar alguna rata o cucaracha, pero la desesperación era mi única acompañante.

Llegó un momento en el que no encontré nada más que el viejo suelo de madera, ni muebles ni adornos. Frente a mi, al final de la sala, había una puerta de hierro, me acerqué despacio y alargué una mano hacia el pomo de la puerta.


La puerta retumbó sobre sus bisagras. Un quejido agónico resonó por la sala. No pude evitar dejar escapar un grito de mi boca, que acto seguido tapé con la mano. Me acababa de delatar.
Lo que sea que hubiese tras esa puerta seguía golpeándola. El hierro no cedería ante esos golpes... pensé. Pero un crujido bastó para quitarme las dudas.

No sabía donde ir, estaba al final de la gran sala. Si aquella sombra que me seguía, estaba siguiéndome de veras, habría seguido el mismo camino del que provenía el grito. Sin salida. Miré desesperadamente hacia las paredes contiguas, no había ni agujeros ni puertas... Las piernas me temblaban de puro miedo, me arrastré como pude hacia una esquina, y mirando para el muro esperé.

Apenas oí los pasos a mis espaldas, y sentí como el mundo se me venía encima.


La lluvia golpeaba los cristales. Las orquídeas impregnaban con un dulce aroma la habitación. La pequeña niña de pelo fino y castaño, recogido en dos coletas que caían hacia los lados por sus hombros, miraba por la ventana aburrida. Era una tarde de primavera muy deprimente.
La niña escuchó ruidos en el piso de abajo. Padre debía haber vuelto, pensó con una sonrisa. Bajó los escalones de dos en dos, y fue a saludar a su padre que acababa de entrar por la puerta. Pero en lugar de recibir a la pequeña con un caluroso abrazo como hacía siempre, Darren apartó con la mano a la niña, dejó el sombrero en el perchero y se marchó a su estudio.

Ella antes habría llorado, habría montado un numerito o algo parecido. Pero no, ahora no. Tragándose sus sentimientos, subió las escaleras y se tiró en la cama de su cuarto.
. . .
El señor Darren entró en su despacho y cerró la puerta suavemente. Cuando se aseguró de que su hija había subido las escaleras, cerró con llave la puerta y movió la estantería de roble. Retiró con cuidado el amplio mapa mundi que cubría un agujero de gran tamaño, y se internó en él.



>> Me desperté en una sala iluminada por una luz tenue que venía del techo. La luz me daba directamente en la cara. Cuando intenté alzar la mano para taparme la cara, descubrí que tanto mis manos como mis pies, estaban sujetos por correas de cuero. La superficie en la que estaba era una mesa de piedra, muy amplia. El único sonido que se oía era, aparte de mi forcejeo, las goteras del alto techo.

La cabeza se me iba, demasiado surrealista. ¿Por qué estaba en esa mesa? Miré a mi alrededor, parecía una celda, salvo que los barrotes estaban en el pequeño agujero que había en el techo. ¿Era la luz del sol? Eso quería decir que era de día. En las paredes había diversas herramientas: serruchos, cinceles, hachas etc. Desnudas salvo ese detalle y una puerta metálica, con arañazos y abolladuras.

domingo, 30 de octubre de 2011

Qué raro, cantarle esta canción a un extraño...

Bueno, hoy quiero dedicarle esta entrada a una chica que hoy mismo ha descubierto este blog, y como amiga de una amiga mía, ahora es mi amiga, ¡y se merece un rinconcito también aquí! Para ti Brittany Spears.

"Si pudiera mejorar, algo que haya hecho mal, ven dime, por favor, no aguanto más.. Si tú quieres terminar para no verme jamás... No vuelvas." - Nunca más. Georgina. 

No veo el día en el que no pienso que algo hago mal. Es normal, somos humanos (o eso dicen), pero hay que reconocer que somos muy autodestructivos. Empiezo el día feliz; por la tarde, entre discusiones y la ... intervención del universo acabo algo tocado; y luego ya.. mi amigo el crepúsculo. Una montaña rusa de pensamientos melancólicos, felices, deprimentes, incoherentes, conformistas, rebeldes, optimistas, fatalistas... 

Es por las noches cuando mi mente decide convertirse en una ruleta que cada cinco segundos apunta a un lugar totalmente distinto. Frustrante es la palabra, porque no soy ajeno a esos cambios. Es como intentar sacar la cabeza en un mar embravecido, las olas te golpean una y otra vez, tú no hace más que tragar agua y ellas no hacen más que hundirte. (*) 

Mis ideas combaten entre sí y yo, sea lo que sea ese "yo", no me decanto por ninguna. Un mero espectador en mi propio debate. Luego llegan las confusiones y la imposibilidad de conciliar el sueño. He visto que casi siempre, me acuesto con una idea negativa. Las Euménides duermen en mi misma cama y tejen en mis sueños con ayuda de Morfeo, las más enrevesadas pesadillas y sueños dementes. 

Cuelan a personajes embriagadores, que me hacen beber directamente de la felicidad, para que luego se esfumen con un soplo onírico dejando sólo humo tras de sí. Mi cabeza se retuerce por las noches, me despierto cansado pero con un renovado espíritu. Un ciclo repetitivo del que nunca me cansaré, que aborrezco, que acepto, que me hiere, que añoro... la controversia o la dualidad es lo que, quiera o no, me define. 

¿Encontraré esa mano que me saque del torbellino? o, por el contrario, me sumergiré eternamente en el mar de dudas que es mi conciencia. 








(*) Esto no es una alusión a problemas con féminas, que nos conocemos, paranoicos todos.


domingo, 9 de octubre de 2011

Por qué no soy normal.


· Si fuese una persona normal me importaría lo que la gente pensase de mi... pero como está claro que no lo soy, dejo que la gente crea que influye sobre mi.
· Si fuese una persona normal me movería con el rebaño y tendría un cerebro de plástico con dedicatorias "bonitas" de mis "amigos".
· Si fuese una persona normal, definiría en una lista EXACTA todos mis gustos y aficiones, pero como no lo soy, descubro a cada minuto cosas nuevas de mi mismo.
· Si fuese una persona normal, estaría moviendo cielo y tierra para encontrar el amor (con 16 años, jódete y baila), pero como no lo soy, prefiero buscar rituales de vudú por internet.
· Si fuese una persona normal me escandalizaría al oír la palabra pene/vagina/sexo/espermatozoide/óvulo (o al menos me entraría la risa floja), pero como no lo soy, pienso en el retraso mental de los primeros.
· Si fuese una persona normal atormentaría a las personas con una verborrea constante, pero como no lo soy prefiero callarme y guardarme mi opinión para los que pregunten.
· Si fuese una persona normal, me daría asco tocar un pelo (¡cielos estoy enfermo!) o una pelusa (¿¡estás loco!?) o un moco (¡al psiquiatra!), pero como no lo soy me río de la falta de riego sanguíneo de los primeros.
· Si fuese una persona normal me preocuparía por buscar la profesión con más salario del mercado laboral, la carrera con la que menos estudiar y el mejor coche que me compraré con X años, pero como no lo soy, prefiero un trabajo interesante, una carrera interesante y... transporte público.
· Si fuese una persona normal, tendría en mi cuarto una tele y en el caso de no tenerla, señalaría con el dedo a mis padres y les echaría en cara lo mal que lo hacen con sus hijos, pero como no lo soy, cojo un libro y de vez en cuando le doy las gracias a mis progenitores por educarme así.
· Si fuese una persona normal aceptaría con gusto los halagos a mi trabajo (véase notas, relatos etc) pero como no lo soy, prefiero infravalorarme para superar MIS expectativas, no las del resto.
Por todo esto y mucho más... queda claro que no soy normal. ¡Hasta la semana que viene! (?)

domingo, 2 de octubre de 2011

¿Qué haríamos sin esas musas?


Hoy no hay musas susurrándome al oído, ni inspiración resonando por cada rincón.
Delante de un espacio en blanco intentando exprimir cualquier idea que se me ocurra. Pero no es lo mismo. Cuando la inspiración viene sola, el relato se compone fluido y con armonía. Forzar la inspiración sólo corrompe las palabras, obligándolas a expresar lo que no deben.
El propio escritor se siente mal, su obra no le satisface, y ese sentimiento se refleja en la lectura, un tiempo en el que te esfuerzas por encontrar sentido a cosas que no lo tienen.
Por todo esto, los días sin la guía de las musas nos descubren nuestros límites. Son días frustrantes y antiproducentes.
Pero al final, el errar hace que apreciemos de veras la labor de esas musas, guardianas del arte y compañeras melancólicas de todo artista.
Adelante, hazme daño. Siempre he pensado que la sensibilidad es para los que se niegan a ver la realidad. Nuestra vida puede ir bien o puede ir mal, pero ocultar las desgracias "para que no duelan" es una soberana idiotez.

Me cansé de tener que andar con pies de plomo cada vez que a alguien le subía el nivel de hormonas en sangre. Si queréis jugar a ser muñecos de porcelana mejor buscad otro sitio.

No me gusta hacer daño, es más, a la única gente con la que hablo sinceramente desde mi forma de ser más verdadera, es a la que menos quiero que hagan daño. Hacer que lo malo no existe acaba por pasar factura, aprender a asumirlo y luego ignorar poco a poco su cada vez más débil ponzoña es lo que de verdad surte efecto.

No podemos estar toda la vida acolchados contra los golpes.  ;)

lunes, 26 de septiembre de 2011

Who I am.


¿Has oído alguna vez unos acordes suaves, que llenan de nostalgia a quien lo escucha y a la vez te hacen sonreír? 
Una melodía que despierta tantas emociones, sencilla y compleja a la vez. Aclara mis dudas y en cierto modo me inspira. 

Soy joven. Pero intento (me esfuerzo) en pensar como algo más. Peco de insensibilidad, aunque según otros soy totalmente lo contrario. No me gusta que la gente se obsesione con lo malo, es autodestructivo e inútil, los errores siempre están ahí, lo mejor que puedes hacer es pasar a lo bueno. 
En lo referente al amor, (esa cosa que es la base de todo culebrón/vida de instituto) nulidad. Me parece algo ridículo que gente de mi edad hable de... "te querré para siempre" las excepciones se cuentan con ... los ojos de la cara. No soy de aquellos que están deseando encontrar a alguien, si tiene que llegar ya nos encontraremos. 

Puedo definirme en pasividad total con algunas cosas, pero no en todas. Creo que soy una persona en la que se puede confiar, la gente tiende a decirme cosas (que ni pregunto) y siempre estaré ahí para escucharlas. Si alguien demuestra esa confianza, ¿quién soy yo para romperla? 

Busco una visión del mundo exenta de tonterías innecesarias, busco un poco de luz objetiva en este mundo de sentimientos (aunque me guste retratar dichos sentimientos). Quería decir a los que me conocen hoy por hoy, 26 de Septiembre de 2011, que aún me estoy construyendo. No me gusta la pasividad, quiero ser como sé que puedo ser, no sólo ese Héctor que seré según mis acciones. 

En lo referente a mi actitud con la sociedad... algunas personas me dicen que cuando se me pregunta, soy demasiado sincero. Que quede claro que me gusta criticar, pero de una manera razonada, lógica y constructiva, no en forma de puñaladas por la espalda. En los grupos siempre doy mi opinión, pero no intento que se imponga ante el resto... dicho sea de paso opino que tengo dotes de liderazgo NULAS. 

Me gusta ser reservado y tener mi tiempo de soledad (que en este caso desearía que fuesen 3/4 del día). No me abro mucho a la gente, incluso mis amigos más cercanos pueden no saber muchas cosas sobre mí, supongo que les dejo saber hasta cierto punto (de forma totalmente subconsciente). Si algún día os cuento algo que parezca muy personal... ¡pensad que estoy dando un gran paso con vosotros!


Poco más que decir. Un feliz otoño a todos, y dentro de poco un año más para un servidor =3

martes, 13 de septiembre de 2011

Divagación en un mar de tonos otoñales.



Hoy quizás haya pensado en dejar de existir mientras exista. Olvidarme de los problemas, ser nada y algo al mismo tiempo, pensar en todo y no pensar.
¿Por qué no? Hay gente que deja sus esperanzas en amores que no han llegado, invisibles o incluso imaginarios. Hay gente que no tiene esperanzas, o que las dan por perdidas.
¿No puedo tenerlo todo y a la vez no tener nada? Me da miedo adelantarme y sufrir, me da miedo quedarme y no vivir.
Ha de ser todo blanco y negro, eso dicen. Lo dicen los que siempre han tenido una cosa u otra, para ellos el gris es algo injusto, pues hubiesen deseado apreciarlo.
El egoísmo ahoga mis pensamientos y cada vez soy menos fuerte... cada vez menos fuerte.


Debe ser porque yo tengo una gama de colores muy reducida en mi vida... Todo se basa en una continuidad horrible.
A lo mejor es que ambos basamos nuestros pensamientos en pequeños matices demasiado descoloridos o muy coloreados... quién sabe.
A lo mejor algún día vamos andando por la calle y nos topamos con un muro de colores, contra el cual chocamos, y nos damos cuenta de que hay más de dos malditos colores en nuestra vida.


Hoy por hoy, veo ese muro de colores como el amante que nunca regresa después de una noche de ensueño. Lo vi una vez, pero ahora se niega a volver. ¿Sabe que me encuentro mal? ¿Lo sabe y aún así no regresa? Es egoísta mi pensamiento y de ahí nace mi desesperación.
Me hace agonizar mi propio miedo a agonizar, todo se reduce al temor de temer. Una mano que nos saque de esa espiral viciosa y decadente, una mano que una vez nos tendieron y tomamos pero que ahora no está ahí. No me gusta pensar que todo se acaba con tanta facilidad, no me gusta saber que he de depender. ¿Y a ti?

¿Sabes? Lo que yo sentía por la vida, el amor, la esperanza en sí... Desapareció hace mucho.
Esas manos que antes me sostenían fuertes entre sus dedos, esos brazos que me amarraban, me juntaban contra un cuerpo cálido en el que podía confiar, han desaparecido.
Así que se podría decir que en mí ya no existe ese miedo.
¿Y sabes? Creo que no lo echo de menos =)


Tú estás acostumbrada, te adaptaste a la marejada, a los contratiempos. Para mi es algo reciente, reciente pero igual de fuerte. Desgarra con facilidad mi oposición y ya no sé cicatrizar lo malo como antes. 
Despreocupado y feliz, no pensaba que podía acabar. Yo sí tengo miedo, un miedo que está ahí. No es explicable y lo hace peor. Añoro las manos que pueden rescatarme, pero ahora no hay rescates, sólo temporales.
Veo un atisbo de sol entre las nubes, pero me parece indiferente luchar por alcanzarlo aún cuando quiero olvidar todo esto.
Mi mente juega en dos bandos distintos y no se pone de acuerdo.


...Obliga a tu mente ser uno mismo.
Sin una unidad... No hay nada



Bueno, con la colaboración de Sara Villena, he redactado esta reflexión. Carente de principio o final coherente es un simple reflejo más del océano incierto de pensamientos que pueden abarcar dos mentes ociosas.
2ª parte de la historia. He colocado a esta trama la etiqueta "Nocturne", por lo que si queréis leerla seguida, a la derecha de la pantalla veréis un apartado con el mismo nombre dónde indica el número de entradas.

>>
Aquel día, el señor Leavitt y su hija salieron temprano a dar un paseo. El otoño estaba bien avanzado, pero a pesar de la fría brisa que corría por el valle, el cálido abrazo del sol reconfortaba al cuerpo.
Padre e hija, cogidos de la mano y caminando por un sendero de tierra. De vez en cuando se cruzaban con algún aldeano o granjero. Saludaban con una amable sonrisa y seguían su camino.

- Padre, ¿por qué la gente es amable? Dijo la niña.

Aquella pregunta dejó dubitativo al hombre durante un momento.

- Bueno ... ¿Qué clase de pregunta es esa, Camyl?
- ¡No me llames Camyl, padre! Madre siempre me dice que ese nombre es muy antiguo, que es para gente anciana.
- ¿Cómo te llamo entonces? Dijo el padre con una sonrisa.
- Cam. Cam es más bonito, eso dice madre. La inocencia de la mirada de la pequeña, sus palabras sinceras...

Otra sonrisa se dibujó en su rostro, y acariciando el sedoso pelo de la niña la cogió en brazos.

-
Pues te llamaré Cam si te gusta más, ¿de acuerdo? 

La niña asintió satisfecha y dejó que su padre cargase con ella. Era pequeña para darse cuenta, pero al menos su padre había esquivado la pregunta tan delicada que había hecho. 



>> Abrí los ojos lentamente, me levanté del suelo y cogí el candil. El aceite se había esparcido por la alfombra, pero por suerte no había prendido.
¿Me había desmayado? La cabeza no hacía más que dar vueltas. Me apoyé en lo que tenía delante, levanté la mirada y entonces recordé que estaba a punto de hacer.

Dejé con cuidado el candil en el suelo y empujé de nuevo la estantería. La madera crujió y los polvorientos libros cayeron al suelo, levantado a su vez una polvareda que me hizo toser con fuerza. Cuando la nube de polvo se esparció, pude contemplar como aquel rastro de sangre se introducía por un agujero que había detrás del mueble.
El corazón me iba a estallar, mis manos temblaban y no era capaz de controlar el sudor frío que me bajaba por la frente. Miedo, da igual que lo negase, tenía miedo. Iba a coger la maldita linterna y a salir de ahí, cuando oí por el pasillo unos pasos y gruñidos.

Instintivamente apagué la luz del candil y me metí en el agujero a oscuras. Me acurruqué contra la pared. Los pasos se detuvieron, supuse que en la puerta. Deseé con todas mis fuerzas que no se acercase más, fuese lo que fuese. Los pasos se alejaron por el pasillo, el eco sonaba cada vez más distante y débil hasta que se extinguió.

Miré el candil en la penumbra. Ahora tendría que ir a oscuras. Dejé caer el brazo con desánimo y reparé en que tenía algo en el bolsillo. Introduje la mano, parecían dos trozos de una piedra áspera. En ese momento, dejé volar a mi optimismo. ¿Y si era yesca?
Coloqué el candil entre mis piernas, a tientas busqué la tapadera y la quité. Introduje los dedos y busqué la pequeña mecha de lienzo. El trabajo a oscuras resultó pesado y largo, pero tras varios intentos, conseguí que las chispas surgiesen. El lienzo empapado en aceite prendió, mi vista no se apartó de la linterna, terminé de colocar todo y me levanté.
Entonces fue cuando deseé haber permanecido a oscuras.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Os traigo este relato, que alargaré bastante (y en cuanto aprenda a poner pestañas separaré correctamente). Lo iré escribiendo por partes y aquí comienza la primera. No tiene un título aún.



Abrí los ojos lentamente, estaba todo a oscuras. Me dolía la cabeza.. "Qué demonios me ha ocurrido" pensé.

No se oía más que mi respiración que comenzaba a aumentar su velocidad. Me estaba acelerando yo solo. Decidí tranquilizarme, asique me fui a incorporar. En ese momento mi cabeza chocó contra lo que supuse que sería el techo. Era ridículo, apenas había 4 palmos de altura. Extendí mis manos hacia los lados, de momento no encontré nada. Estaba empezando a ponerme nervioso...                                                                                                                                                          
Me arrastré hacia delante, por ahora no parecía haber ningún obstáculo. Ayudándome con los codos avancé despacio, o eso me parecía, en ningún momento noté un cambio en el entorno, como si andase por una cinta que se mueve en sentido contrario y permaneciese todo el rato en el mismo sitio. El áspero suelo me recordó en un primer momento a la piedra, y mis codos y rótulas lo estaban sufriendo. 


Pero fue en ese momento, cuando me pareció ver una tenue luz a lo lejos. Un atisbo de esperanza me empujó a seguir arrastrándome por la fría piedra. Aquella luz estaba cada vez más cercana, y a medida que me iba acercando más, empecé a vislumbrar una silueta alrededor de la luz. Cuando por fin llegué al origen de aquella luz, me di cuenta de que el foco, estaba detrás de algo. Alargué la mano. Estaba frío y húmedo, más piedra, pensé. Parecía un muro. 
La luz dibujaba una silueta en un trozo del muro. Empujé lentamente, parecía ceder. El trozo de muro cayó al suelo, provocando un ruido sordo. 
Por un momento contuve la respiración, pero mis ojos se adaptaron a la luz de aquella habitación, luz que provenía de un viejo candil. 

La sala no era muy grande, el candil que estaba encima de la mesa iluminaba toda la estancia. Una puerta de madera carcomida, era la única salida de aquel lugar. Cogí la linterna y me acerqué a la puerta. Tiré del pomo oxidado y la madera crujió al moverse sobre las bisagras. El pasillo al que daba la habitación estaba completamente a oscuras. Miré el candil, aún quedaba aceite para un buen rato, pero sin saber dónde estaba no iba a hacer mucho.

Un extraño mareo me hizo tambalear al tiempo que perdía la conciencia.

>> "¿Q-qué me está pasando?"


El sol brillaba con fuerza en el cielo. Era un día agradable. Y para la familia Leavitt, la palabra agradable estaba lejos de describir la emoción y el júbilo que sentían.
La comadrona iba corriendo por las calles de la ciudad. Cuando llegó a la casa de los Leavitt, la puerta estaba abierta, y dentro se voces y gemidos.
Bridget Leavitt, la mujer del matrimonio, estaba encima de la mesa del modesto comedor. La comadrona se acercó deprisa y echó al resto de familiares menos al esposo, Darren Leavitt. Un hombre de rostro impasible y carácter frío. A pesar de todo, cuando entre sollozos y sonrisas, vió por primera vez a su hija, una sonrisa se dibujó en su cara.
Cogió a la pequeña en brazos, envuelta en una toalla y acercó su nariz a la cría. Ella alargó temblorosamente su manita y tocó la nariz de su padre, y por primera vez en más de 40 años, Darrel dejó escapar una lágrima de felicidad por su mejilla.


>> Caí al suelo. ¿Qué había sido eso? Mis piernas volvieron a responder, y decidí dejar las respuestas para más tarde.
Avancé por el pasillo a paso ligero, las sombras que se proyectaban al paso del candil, confundían y desorientaban más a mi mente. Las paredes eran muros de piedra, con vigas de madera sujetando el techo. Sin ningún tipo de decoración salvo las telarañas que se formaban en cada rincón. 




A unos 20 pasos de la habitación de la que salí, había un marco de donde antes iba una puerta. Entré en la sala pues no parecía que hubiese nada más adelante. Al iluminarla, descubrí en el suelo lo que quedaba de la puerta. Una alfombra carcomida por los años y llena de polvo, abrigaba el suelo de piedra.  

A primera vista no hallé nada importante, pero cuando me dispuse a salir, a la luz del candil desucbrí en la pared contigua a la puerta unas manchas. 
Tragué saliva y me acerqué lentamente. Sangre. Era sangre.
Salpicando toda la pared, la sangre no era reciente tenía ese tono oxidado característico. Un rastro  que se alejaba de la mancha central llamó mi atención.  Parecía una mano, una mano arrastrándose por el muro. La sangre se metía detrás de una vieja estantería. Ignorando cualquier advertencia de mi sentido común, empujé con el hombro el mueble.


jueves, 18 de agosto de 2011

Un relato cualquiera sacado del mar de mis ideas.

Bueno, esto lo escribí hace un tiempo, pero como se suele decir "más vale tarde que nunca" que merezca la pena leerlo ... ¡ya es cosa vuestra ja, ja! El tema quizás parezca algo raro, pero lo escribí pensando en alejarme de las clásicas historias amorosas, chica ama a chico y viceversa, que no digo que esté mal, pero como una amiga me enseño a ver, el amor surge desde cualquier lado.

Después de esta parrafada pastelosa, pongo el relato, que lo disfrutéis.


Aquella noche no había podido pegar ojo. Las luces de la ciudad mantenían en vilo mi conciencia y el frío asentaba mi mente. La calma que respiraba por las noches era aquello que siempre me gustaba de trasnochar. Durante el día acababa agotado entre discusiones absurdas y peleas sin sentido. Pero por la noche todo cambiaba, yo era el dueño de aquel pequeño mundo que se abría solo a esa hora.  La humedad había quedado retenida en forma de una prisión de hielo, que ahora acariciaba el cristal de la ventana. Las luces del escaso tráfico se difuminaban en la escarcha y la apariencia etérea e irreal de aquella escena me dejó absorto durante largo rato.
 Una sinfonía mal grabada me sacó de mi ensimismamiento. Alargué la mano hacia el móvil ¿quién podía ser?
“..¿Sí?
- ¿Estabas durmiendo? Dime que no por favor…- Su voz fue el abrazo que me faltaba aquella noche perfecta.
- No, no… tranquilo. No podía dormir.
- Yo tampoco… ¡Mañana es el día! ¿Seguro que a tus padres no les importará?
- No. Además les dije que iba a quedarse una amiga a dormir… no saben nada de ti.
- Uhm… De acuerdo, pero te recuerdo que me sigue pareciendo mal todo esto.
- ¿Qué quieres que le haga? Sabes que jamás aprobarían algo así.
- Ya bueno… Venga, a dormir. Que es tarde.
- A ver si puedo…
- Te quiero...
- Y yo… Hasta mañana.”
Dejé el móvil en la mesilla y me desplomé en la cama con un gran suspiro. Siempre había algo con lo que no estaban de acuerdo mis padres… Me sacaba de quicio, pero no iba a dejar que estropearan un momento así. Escondí la cabeza bajo la almohada y traté de conciliar el sueño mientras pensaba en el pequeño paréntesis de descanso que me esperaba.
*   *   *
Despedí a mis padres desde la puerta de casa con la sonrisa mejor fingida que había puesto en mi vida. Después me puse a ver la televisión hasta que el timbre de casa resonó por el pasillo. Me levanté corriendo y abrí la puerta.                                 Sin dudarlo más me lancé a abrazarle mientras él se reía. Le ayudé a dejar la maleta dentro y dejando que aquel fuego hablase por nosotros, nos dejamos llevar por el momento.
*   *   *
“¿Me quieres?” Preguntó. No podía articular palabra alguna, por lo que asentí lentamente mientras acariciaba su espalda. Su mano giró mi cabeza y sus dientes aprisionaron a mis labios con fuerza. Despacio, ese mordisco fue convirtiéndose en un dulce beso.  Sus labios se separaron de los míos, un tono carmesí los había teñido. Pasó el dedo por la herida y me besó en la frente. Lo abracé con fuerza, parecía un sueño, aquellos sueños que te traen buenos recuerdos... pero que cuando despiertas no consigues recordar del todo. Solo que esta vez, yo conseguiría recordar mi sueño. "Hacía tanto tiempo que no nos veíamos..." Sus palabras sonaron como un suspiro mientras caía dormido a mi lado. Me acomodé entre sus brazos y le imité.                                                                                                                                                                                
*   *   *
Cuando desperté el Sol ya entraba por la ventana. A regañadientes me incorporé y busqué mi ropa por el suelo. Me vestí torpemente y salí al pasillo, por donde circulaba el aroma a tostadas y café. La cama seguía vacía, así que supuse que estaría preparando el desayuno. Me dijo que ya estaba todo listo, asique seguí el delicioso aroma y vi como trasteaba por la cocina. Desayunamos sin prisas y después nos derrumbamos en el sofá ante el fuego de la chimenea. Estábamos dejando pasar el tiempo, tiempo que aunque no quería perder, no me importaba si era a su lado. Cada vez que le miraba sus labios esbozaban una sonrisa y me acariciaba con su barba de un par de días. Me quedé mirando las llamas mientras disfrutaba del momento.Estaba tan distraído que no me di cuenta cuando apoyó su cabeza en mi hombro. “No quiero que llegue mañana.” Suspiré. Habíamos tenido un tiempo perfecto para los dos, pero al día siguiente todo volvería a la normalidad. “Ya sabes que yo tampoco… pero como dices tú, dudo que a tus padres les haga gracia verme aquí.” Me rodeó con sus brazos y apoyó su cabeza sobre la mía. “Podrán decir lo que quieran… yo soy feliz así.”  
Y tras decir esto busqué sus labios con los míos. Las llamas de la chimenea crepitaron ante el lento y dulce beso, celosas de aquel momento.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
*   *   *

Por la tarde salimos a dar un paseo por la ciudad. Pegados el uno al otro y sin mayor preocupación que el frío. Decidimos ir a un café, donde disfrutamos de los últimos momentos del día. Dos cafés solos con azúcar y un muffin de chocolate. En el camino de vuelta la nieve comenzó a caer de manera ininterrumpida, dando un triste toque melancólico a nuestra despedida.
Ya en casa recogió sus cosas y esperamos un poco más juntos. Hasta que observó el reloj de la pared del salón y me miró. “Ya va siendo hora de que me vaya…” No quería dejarle marchar, y cuando iba a reprochar, me sujetó con sus manos y me besó. Una satisfacción etérea, pues se separó lentamente y con una amarga sonrisa en la boca salió por la puerta.
*   *   *
Me acurruqué en un rincón del sofá y respiré el aroma que había dejado. No quería llorar por algo que no era culpa de ninguno de los dos, asique me tragué mis ganas de desahogarme y cerré los ojos para sellarlo bien dentro.
*   *   *
Un zarandeo me despertó. Mis padres ya habían llegado. Parecían venir de buen humor, pero poco a poco comenzaron a sacar errores, defectos, cosas mal hechas: los platos sin lavar, la cama sin hacer… Me sumergí en mis pensamientos y caminé hasta mi cuarto donde me volví a desplomar sobre la cama. Todo me recordaba a él… Me abracé a la almohada y volví a quedarme dormido.
*   *   *
Ya habían pasado dos semanas sin vernos. Apenas hablábamos por teléfono y ambos queríamos más.
“¿Qué tal?” Preguntó. Yo miraba por la ventana, observando a la gente pasar.
“Ya lo sabes… Tengo ganas de estar contigo.” Un suspiró se oyó al otro lado del teléfono. “Mis padres se van hoy a no sé qué museo… ¿Te apetece venir?” Tras unos instantes de silencio contestó: “¿Qué te parece si vienes tú?, yo te voy a buscar y pasas la tarde aquí, ¿vale?” Dudé un momento, y en seguida salté de la cama y me vestí. “De acuerdo, te espero en el portal.”
Al poco ya estaba con su coche en la puerta. Salió despacio y me abrazó en cuanto me acerqué.
*   *   *
Cuando llegamos a su casa, subimos las escaleras hacia su piso. Nunca había estado en su casa, pero poco pude observar la decoración, pues volvió a rodearme con sus brazos y me besó. Me llevó a ciegas hasta su cama.
Seguía besándome mientras deslizaba sus manos bajo mi camisa. Acaricié su barba y bajé los labios por su barbilla, descendí por el cuello y levanté su camiseta. No podía esconder su excitación y su espalda comenzó a arquearse. Seguí besando su cuerpo, bajando despacio por cada centímetro de su piel. Mis manos estaban en sus pantalones cuando me levantó la cabeza y me miró con tranquilidad.
“¿No quieres seguir?” Dije interpretando el gesto. “No tan rápido… disfrutemos un poco más” Me contestó sonriendo. Sus manos, cálidas, hacían que mi cuerpo se estremeciera. Lentamente el ritmo de las caricias y los besos disminuyó hasta que ambos caímos dormidos.

*   *   *
Aquella noche yo me había despertado antes que él. Y como todas las noches en las que no podía dormir, me puse a contemplar el paisaje desde la ventana de su habitación. Él dormía a mi lado, acaricié su espalda y sonreí para mí.

Aquellas noches en las que yo era el dueño. 





Bueno, ahí está. No es nada bueno, pero es mío y con eso me conformo =3 Como podéis haber comprobado es muy impersonal, sin nombres ni descripciones más que las justas. Un relato cualquiera visto desde el punto de cualquiera. Buenas noches n_n

viernes, 5 de agosto de 2011

La misma paranoia, los mismos 16 años.

Bueno, heme aquí un día más de estas vacaciones de verano. Acostumbrado a trasnochar, ahora mismo centrifugo hasta más no poder mi cabeza. Apenas un mes y medio para empezar el que será mi último curso en el instituto. 2º de Bachiller, con sus miedos y sus "por fin". Si me preguntáseis ahora, os diría que mi plan sería ir a la universidad. ¿Qué grado tengo pensado estudiar? No lo sé.
Un tema recurrente para mis conocidos, que, aunque no lo reconocen, están hartos de mi (o sí lo reconocen). Les cansa, para ellos tomar una decisión es tan sencillo, o al menos dan esa idea, como dar un paso hacia un sitio. Yo doy el paso, miro por encima de mi hombro, retrocedo, giro, avanzo media zancada temeroso y me vuelvo a parar. 
Mi cerebro disfruta cambiando de idea, saltando de una idea a otra. Me confunde, mejor dicho, nos confunde (di lo que quieras encéfalo, pero si yo lo sufro tú también). 

Me parece genial, maravilloso, que la gente se decida con tanta facilidad. Trago con la mala leche de amigas, hormonas adolescentes aún siendo yo uno, y cuando muestro el mínino signo de enfado, ¡oh, la temporada de caza está abierta! ¡todos al cuello de Héctor! No puedes enfadarte. "¿Estás borde, eh?" "¿A ver, qué coño te pasa ahora?" Llamadme loco, pero contestar después de un trato así no me gusta. 

Parecer de piedra no significa que lo seas, quizá deberían aprender esto antes de exigir a la primera persona que les escucha... Tiene gracia, leyendo de nuevo esto, me lo tomo como una lección que tengo que aprender yo. Me autoanalizo con demasiada facilidad, quizá por eso nunca consigo decidirme, porque está mi subjetividad y la objetividad que siempre ronda para "corregir" las faltas de mi otro razonamiento. 

Sólo pido la atención que he mostrado hacia otros en algunas ocasiones. No lo hago porque quiera algo a cambio, no lo hago porque espere que me lo paguen a la primera de cambio, pero creo que me merecería un poco de interés por parte de personas que exigen y luego se olvidan del mundo. 
Supongo que esto lo piensa todo el mundo, que los desprotegidos son ellos y el resto somos los que podemos ayudarlos a sobrellevar todo, nos aferramos unos a otros. 

¿Quién tiene razón?¿Quién necesita de verdad la ayuda? Somos animales en pleno desarrollo. Adolescentes con hormonas que nos juegan malas pasadas. Nos manipulan y nos hacen hundirnos en un paso, y al siguiente salir de la misma miseria. Es una etapa, si, una etapa. Pero si no tienes ayuda de tus iguales ¿debes afrontar todo esto sólo? ¿es necesario, obligatorio? 

Responderé desde la experiencia: nunca me ha solucionado nada. Te tragas lo que te toca, lo escondes bien, le quitas importancia, al menos superficialmente. Pero sabes que te preocupa... sabes que deberías ir gritándolo a los cuatro vientos, siempre dentro de tus márgenes de confidencialidad. No puedes, ya no te sale. Quizá por eso eres "el borde", quizá has pasado tanto de ti mismo que ya ni te conoces a ti mismo... ¿qué hago entonces? 

La vida me está diciendo.. que la respuesta aún tardará en llegar, gracias maja. 

Un saludo, vuestro compañero de madrugadas, Héctor. 

// Habéis podido comprobar las vueeeltas y vueeltas que le doy a un tema, y como escalo de una palabra a otra... saliendome de contexto continuas veces. Bievenidos a mi mundo ;D

lunes, 1 de agosto de 2011

<< Noches de verano >>

Ahora el frescor de la madrugada es lo único que me hace compañía. Miro por la ventana y un cielo encapotado me da una sensación de seguridad algo inquietante. El aire mueve una y otra vez las cortinas, las mece con suavidad dejando constancia de su presencia. 

Por un momento sonrío y noto otra vez esa brisa agradable, pero esta vez por mi cara, como una caricia. Entierro la cabeza entre mis brazos y cierro los ojos, poco a poco me voy evadiendo. No noto cansancio, no tengo sueño. 








 "Eso ha sido increíble" pienso cuando levanto la cabeza. Un suave aroma llega hasta mi nariz, seguido del murmullo de gotas cayendo al vacío. Un olor puro y un sonido sedante. No puedo evitar sacar las manos por la ventana, apoyado en el alféhizar mientras esa lluvia va recorriendo mi piel, agua fría pero sensible al mismo tiempo. 


Deja de llover. Entro de nuevo y me estremezco un poco, por un instante el viento se detiene y el olor a tierra mojada se desvanece. Sólo queda un calor, un tenue calor que me va cubriendo. Calma mi piel y sosega mi mente. 






Los párpados me comiezan a pesar. Arrullado por los elementos, empiezo a descender hacia un sueño tranquilo y despreocupado. Su presencia se va alejando, pero puedo seguir notando como están ahí...

domingo, 1 de mayo de 2011

Vuelven aquellas noches.

Vuelven aquellas noches en las que me mantenía en vilo dando vueltas a un futuro incierto, dudas que pegan dentelladas en la autoestima y en la salud psíquica de una persona. 


"Olvídate de todo, Héctor" Me dije, al fin y al cabo no podía quejarme de mi situación. Me acomodé entre las sábanas y dejé que la almohada se llevase el resto de preocupaciones. Había sido fácil, puede que aquella noche al final durmiese tranquilo y todo. Necio. Eso es lo que pensé. 


Soñé cómo lo que más quería que pasara... pasaba. No sé si fueron cosas mías, pero pude notar esa sensación de euforia, felicidad... emoción dentro de mí. 


Me desperté de golpe, dudando entre la veracidad o no del sueño. "No es más que un sueño, cálmate". Me costaba contener unas lágrimas que querían salir, la felicidad se había ido y estaba oculta tras una delgada línea en mi subconsciente. 


La tranquilidad me volvió a arropar y caí de nuevo en brazos de Morfeo. Y de nuevo se repitió el sueño, donde se había cortado continuó. Era como pasear una presa delante de perros hambrientos y luego hacerla desaparecer, frustración y decepción. Aquella vez me levanté con los ojos empapados, no quería volver a dormirme, cada vez que cabeceaba me entraba más miedo. 


Aún era de noche... 
No quería revivir una y otra vez la sensación de desengaño que sentía al despertarme. Miré por la ventana, aún estaba oscuro. Me senté y enterré la cabeza entre las rodillas, canturreando una melancólica canción de Evanescence mientras intentaba sonreír a la penumbra. 


Cuando quise darme cuenta, aquella pesadilla había vuelto. Parecía que mi mente se estaba burlando de mí. Las imágenes pasaban y los sentimientos afloraban. Era cuestión de ¿tiempo?... que terminase.


La luz perezosa del Sol acarició mi piel, invitándome a salir de la cama. Suspiré resignado y observé mi cara en un espejo, las ojeras habían calado aún más bajo mis ojos, y el gesto de cansancio era imposible de disimular. 


Mi padre entró en la habitación, subiendo la persiana, dando los buenos días y preguntando.. "¿Qué tal has dormido?". Y ahí empezaba la mentira del nuevo día. No quería darle más vueltas al asunto, lo que pase en mi cabeza se queda ahí. No me veo capaz de arrastrar cada mañana con los errores pasados, mostrándolos a todas y cada una de las personas con las que trato a lo largo del día. 


Abriendo otra brecha en mi intranquila mente, fingí un bostezo y con una sonrisa perezosa me dirigí a mi padre: "Genial". 

jueves, 10 de febrero de 2011

Te das cuenta de todo...


¿Por qué me siento así? Cuando dejo a mi mente pensar, cuando en verdad no tengo nada que hacer, me invade ese pensamiento, tan venenoso como cierto.

Estoy con mis amigos y se disipa como el vapor en el aire, pero más tarde es ese vapor el que me ahoga y no me deja ver más allá de mi interior.

Y el llanto quiere salir, pero no quiero dejar que escape. Me trago mis lágrimas, mis sentimientos y angustias y los entierro en mi corazón.

Pero como en una jaula mal cerrada vuelven a salir y vuelven a invadirme. Ya no siento los arañazos que marco en mi piel para alejarme de estos pensamientos, ya no puedo huir más. Me acosan las pesadillas, devoran mi mente y sigo sin saber por qué.

Pero es fácil ocultar lo que de verdad piensas, una sonrisa, bromas, risas. Te ayudan a olvidar. Pero aunque no llore por fuera, por dentro un torrente de desesperación arrasa por cada fibra de mi ser.

No hay respuesta, no hay solución, pues la aflicción que invade la mente es la de más difícil remedio. Mi mente contra mi cuerpo, todo se reduce a eso.

En verdad desearía no sentir nada . Daría lo que fuese por vaciar mi mente y poder ser ciertamente alguien sin sentimientos.
 
Pero los deseos... sólo son eso, deseos.