jueves, 18 de agosto de 2011

Un relato cualquiera sacado del mar de mis ideas.

Bueno, esto lo escribí hace un tiempo, pero como se suele decir "más vale tarde que nunca" que merezca la pena leerlo ... ¡ya es cosa vuestra ja, ja! El tema quizás parezca algo raro, pero lo escribí pensando en alejarme de las clásicas historias amorosas, chica ama a chico y viceversa, que no digo que esté mal, pero como una amiga me enseño a ver, el amor surge desde cualquier lado.

Después de esta parrafada pastelosa, pongo el relato, que lo disfrutéis.


Aquella noche no había podido pegar ojo. Las luces de la ciudad mantenían en vilo mi conciencia y el frío asentaba mi mente. La calma que respiraba por las noches era aquello que siempre me gustaba de trasnochar. Durante el día acababa agotado entre discusiones absurdas y peleas sin sentido. Pero por la noche todo cambiaba, yo era el dueño de aquel pequeño mundo que se abría solo a esa hora.  La humedad había quedado retenida en forma de una prisión de hielo, que ahora acariciaba el cristal de la ventana. Las luces del escaso tráfico se difuminaban en la escarcha y la apariencia etérea e irreal de aquella escena me dejó absorto durante largo rato.
 Una sinfonía mal grabada me sacó de mi ensimismamiento. Alargué la mano hacia el móvil ¿quién podía ser?
“..¿Sí?
- ¿Estabas durmiendo? Dime que no por favor…- Su voz fue el abrazo que me faltaba aquella noche perfecta.
- No, no… tranquilo. No podía dormir.
- Yo tampoco… ¡Mañana es el día! ¿Seguro que a tus padres no les importará?
- No. Además les dije que iba a quedarse una amiga a dormir… no saben nada de ti.
- Uhm… De acuerdo, pero te recuerdo que me sigue pareciendo mal todo esto.
- ¿Qué quieres que le haga? Sabes que jamás aprobarían algo así.
- Ya bueno… Venga, a dormir. Que es tarde.
- A ver si puedo…
- Te quiero...
- Y yo… Hasta mañana.”
Dejé el móvil en la mesilla y me desplomé en la cama con un gran suspiro. Siempre había algo con lo que no estaban de acuerdo mis padres… Me sacaba de quicio, pero no iba a dejar que estropearan un momento así. Escondí la cabeza bajo la almohada y traté de conciliar el sueño mientras pensaba en el pequeño paréntesis de descanso que me esperaba.
*   *   *
Despedí a mis padres desde la puerta de casa con la sonrisa mejor fingida que había puesto en mi vida. Después me puse a ver la televisión hasta que el timbre de casa resonó por el pasillo. Me levanté corriendo y abrí la puerta.                                 Sin dudarlo más me lancé a abrazarle mientras él se reía. Le ayudé a dejar la maleta dentro y dejando que aquel fuego hablase por nosotros, nos dejamos llevar por el momento.
*   *   *
“¿Me quieres?” Preguntó. No podía articular palabra alguna, por lo que asentí lentamente mientras acariciaba su espalda. Su mano giró mi cabeza y sus dientes aprisionaron a mis labios con fuerza. Despacio, ese mordisco fue convirtiéndose en un dulce beso.  Sus labios se separaron de los míos, un tono carmesí los había teñido. Pasó el dedo por la herida y me besó en la frente. Lo abracé con fuerza, parecía un sueño, aquellos sueños que te traen buenos recuerdos... pero que cuando despiertas no consigues recordar del todo. Solo que esta vez, yo conseguiría recordar mi sueño. "Hacía tanto tiempo que no nos veíamos..." Sus palabras sonaron como un suspiro mientras caía dormido a mi lado. Me acomodé entre sus brazos y le imité.                                                                                                                                                                                
*   *   *
Cuando desperté el Sol ya entraba por la ventana. A regañadientes me incorporé y busqué mi ropa por el suelo. Me vestí torpemente y salí al pasillo, por donde circulaba el aroma a tostadas y café. La cama seguía vacía, así que supuse que estaría preparando el desayuno. Me dijo que ya estaba todo listo, asique seguí el delicioso aroma y vi como trasteaba por la cocina. Desayunamos sin prisas y después nos derrumbamos en el sofá ante el fuego de la chimenea. Estábamos dejando pasar el tiempo, tiempo que aunque no quería perder, no me importaba si era a su lado. Cada vez que le miraba sus labios esbozaban una sonrisa y me acariciaba con su barba de un par de días. Me quedé mirando las llamas mientras disfrutaba del momento.Estaba tan distraído que no me di cuenta cuando apoyó su cabeza en mi hombro. “No quiero que llegue mañana.” Suspiré. Habíamos tenido un tiempo perfecto para los dos, pero al día siguiente todo volvería a la normalidad. “Ya sabes que yo tampoco… pero como dices tú, dudo que a tus padres les haga gracia verme aquí.” Me rodeó con sus brazos y apoyó su cabeza sobre la mía. “Podrán decir lo que quieran… yo soy feliz así.”  
Y tras decir esto busqué sus labios con los míos. Las llamas de la chimenea crepitaron ante el lento y dulce beso, celosas de aquel momento.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
*   *   *

Por la tarde salimos a dar un paseo por la ciudad. Pegados el uno al otro y sin mayor preocupación que el frío. Decidimos ir a un café, donde disfrutamos de los últimos momentos del día. Dos cafés solos con azúcar y un muffin de chocolate. En el camino de vuelta la nieve comenzó a caer de manera ininterrumpida, dando un triste toque melancólico a nuestra despedida.
Ya en casa recogió sus cosas y esperamos un poco más juntos. Hasta que observó el reloj de la pared del salón y me miró. “Ya va siendo hora de que me vaya…” No quería dejarle marchar, y cuando iba a reprochar, me sujetó con sus manos y me besó. Una satisfacción etérea, pues se separó lentamente y con una amarga sonrisa en la boca salió por la puerta.
*   *   *
Me acurruqué en un rincón del sofá y respiré el aroma que había dejado. No quería llorar por algo que no era culpa de ninguno de los dos, asique me tragué mis ganas de desahogarme y cerré los ojos para sellarlo bien dentro.
*   *   *
Un zarandeo me despertó. Mis padres ya habían llegado. Parecían venir de buen humor, pero poco a poco comenzaron a sacar errores, defectos, cosas mal hechas: los platos sin lavar, la cama sin hacer… Me sumergí en mis pensamientos y caminé hasta mi cuarto donde me volví a desplomar sobre la cama. Todo me recordaba a él… Me abracé a la almohada y volví a quedarme dormido.
*   *   *
Ya habían pasado dos semanas sin vernos. Apenas hablábamos por teléfono y ambos queríamos más.
“¿Qué tal?” Preguntó. Yo miraba por la ventana, observando a la gente pasar.
“Ya lo sabes… Tengo ganas de estar contigo.” Un suspiró se oyó al otro lado del teléfono. “Mis padres se van hoy a no sé qué museo… ¿Te apetece venir?” Tras unos instantes de silencio contestó: “¿Qué te parece si vienes tú?, yo te voy a buscar y pasas la tarde aquí, ¿vale?” Dudé un momento, y en seguida salté de la cama y me vestí. “De acuerdo, te espero en el portal.”
Al poco ya estaba con su coche en la puerta. Salió despacio y me abrazó en cuanto me acerqué.
*   *   *
Cuando llegamos a su casa, subimos las escaleras hacia su piso. Nunca había estado en su casa, pero poco pude observar la decoración, pues volvió a rodearme con sus brazos y me besó. Me llevó a ciegas hasta su cama.
Seguía besándome mientras deslizaba sus manos bajo mi camisa. Acaricié su barba y bajé los labios por su barbilla, descendí por el cuello y levanté su camiseta. No podía esconder su excitación y su espalda comenzó a arquearse. Seguí besando su cuerpo, bajando despacio por cada centímetro de su piel. Mis manos estaban en sus pantalones cuando me levantó la cabeza y me miró con tranquilidad.
“¿No quieres seguir?” Dije interpretando el gesto. “No tan rápido… disfrutemos un poco más” Me contestó sonriendo. Sus manos, cálidas, hacían que mi cuerpo se estremeciera. Lentamente el ritmo de las caricias y los besos disminuyó hasta que ambos caímos dormidos.

*   *   *
Aquella noche yo me había despertado antes que él. Y como todas las noches en las que no podía dormir, me puse a contemplar el paisaje desde la ventana de su habitación. Él dormía a mi lado, acaricié su espalda y sonreí para mí.

Aquellas noches en las que yo era el dueño. 





Bueno, ahí está. No es nada bueno, pero es mío y con eso me conformo =3 Como podéis haber comprobado es muy impersonal, sin nombres ni descripciones más que las justas. Un relato cualquiera visto desde el punto de cualquiera. Buenas noches n_n

viernes, 5 de agosto de 2011

La misma paranoia, los mismos 16 años.

Bueno, heme aquí un día más de estas vacaciones de verano. Acostumbrado a trasnochar, ahora mismo centrifugo hasta más no poder mi cabeza. Apenas un mes y medio para empezar el que será mi último curso en el instituto. 2º de Bachiller, con sus miedos y sus "por fin". Si me preguntáseis ahora, os diría que mi plan sería ir a la universidad. ¿Qué grado tengo pensado estudiar? No lo sé.
Un tema recurrente para mis conocidos, que, aunque no lo reconocen, están hartos de mi (o sí lo reconocen). Les cansa, para ellos tomar una decisión es tan sencillo, o al menos dan esa idea, como dar un paso hacia un sitio. Yo doy el paso, miro por encima de mi hombro, retrocedo, giro, avanzo media zancada temeroso y me vuelvo a parar. 
Mi cerebro disfruta cambiando de idea, saltando de una idea a otra. Me confunde, mejor dicho, nos confunde (di lo que quieras encéfalo, pero si yo lo sufro tú también). 

Me parece genial, maravilloso, que la gente se decida con tanta facilidad. Trago con la mala leche de amigas, hormonas adolescentes aún siendo yo uno, y cuando muestro el mínino signo de enfado, ¡oh, la temporada de caza está abierta! ¡todos al cuello de Héctor! No puedes enfadarte. "¿Estás borde, eh?" "¿A ver, qué coño te pasa ahora?" Llamadme loco, pero contestar después de un trato así no me gusta. 

Parecer de piedra no significa que lo seas, quizá deberían aprender esto antes de exigir a la primera persona que les escucha... Tiene gracia, leyendo de nuevo esto, me lo tomo como una lección que tengo que aprender yo. Me autoanalizo con demasiada facilidad, quizá por eso nunca consigo decidirme, porque está mi subjetividad y la objetividad que siempre ronda para "corregir" las faltas de mi otro razonamiento. 

Sólo pido la atención que he mostrado hacia otros en algunas ocasiones. No lo hago porque quiera algo a cambio, no lo hago porque espere que me lo paguen a la primera de cambio, pero creo que me merecería un poco de interés por parte de personas que exigen y luego se olvidan del mundo. 
Supongo que esto lo piensa todo el mundo, que los desprotegidos son ellos y el resto somos los que podemos ayudarlos a sobrellevar todo, nos aferramos unos a otros. 

¿Quién tiene razón?¿Quién necesita de verdad la ayuda? Somos animales en pleno desarrollo. Adolescentes con hormonas que nos juegan malas pasadas. Nos manipulan y nos hacen hundirnos en un paso, y al siguiente salir de la misma miseria. Es una etapa, si, una etapa. Pero si no tienes ayuda de tus iguales ¿debes afrontar todo esto sólo? ¿es necesario, obligatorio? 

Responderé desde la experiencia: nunca me ha solucionado nada. Te tragas lo que te toca, lo escondes bien, le quitas importancia, al menos superficialmente. Pero sabes que te preocupa... sabes que deberías ir gritándolo a los cuatro vientos, siempre dentro de tus márgenes de confidencialidad. No puedes, ya no te sale. Quizá por eso eres "el borde", quizá has pasado tanto de ti mismo que ya ni te conoces a ti mismo... ¿qué hago entonces? 

La vida me está diciendo.. que la respuesta aún tardará en llegar, gracias maja. 

Un saludo, vuestro compañero de madrugadas, Héctor. 

// Habéis podido comprobar las vueeeltas y vueeltas que le doy a un tema, y como escalo de una palabra a otra... saliendome de contexto continuas veces. Bievenidos a mi mundo ;D

lunes, 1 de agosto de 2011

<< Noches de verano >>

Ahora el frescor de la madrugada es lo único que me hace compañía. Miro por la ventana y un cielo encapotado me da una sensación de seguridad algo inquietante. El aire mueve una y otra vez las cortinas, las mece con suavidad dejando constancia de su presencia. 

Por un momento sonrío y noto otra vez esa brisa agradable, pero esta vez por mi cara, como una caricia. Entierro la cabeza entre mis brazos y cierro los ojos, poco a poco me voy evadiendo. No noto cansancio, no tengo sueño. 








 "Eso ha sido increíble" pienso cuando levanto la cabeza. Un suave aroma llega hasta mi nariz, seguido del murmullo de gotas cayendo al vacío. Un olor puro y un sonido sedante. No puedo evitar sacar las manos por la ventana, apoyado en el alféhizar mientras esa lluvia va recorriendo mi piel, agua fría pero sensible al mismo tiempo. 


Deja de llover. Entro de nuevo y me estremezco un poco, por un instante el viento se detiene y el olor a tierra mojada se desvanece. Sólo queda un calor, un tenue calor que me va cubriendo. Calma mi piel y sosega mi mente. 






Los párpados me comiezan a pesar. Arrullado por los elementos, empiezo a descender hacia un sueño tranquilo y despreocupado. Su presencia se va alejando, pero puedo seguir notando como están ahí...