domingo, 1 de mayo de 2011

Vuelven aquellas noches.

Vuelven aquellas noches en las que me mantenía en vilo dando vueltas a un futuro incierto, dudas que pegan dentelladas en la autoestima y en la salud psíquica de una persona. 


"Olvídate de todo, Héctor" Me dije, al fin y al cabo no podía quejarme de mi situación. Me acomodé entre las sábanas y dejé que la almohada se llevase el resto de preocupaciones. Había sido fácil, puede que aquella noche al final durmiese tranquilo y todo. Necio. Eso es lo que pensé. 


Soñé cómo lo que más quería que pasara... pasaba. No sé si fueron cosas mías, pero pude notar esa sensación de euforia, felicidad... emoción dentro de mí. 


Me desperté de golpe, dudando entre la veracidad o no del sueño. "No es más que un sueño, cálmate". Me costaba contener unas lágrimas que querían salir, la felicidad se había ido y estaba oculta tras una delgada línea en mi subconsciente. 


La tranquilidad me volvió a arropar y caí de nuevo en brazos de Morfeo. Y de nuevo se repitió el sueño, donde se había cortado continuó. Era como pasear una presa delante de perros hambrientos y luego hacerla desaparecer, frustración y decepción. Aquella vez me levanté con los ojos empapados, no quería volver a dormirme, cada vez que cabeceaba me entraba más miedo. 


Aún era de noche... 
No quería revivir una y otra vez la sensación de desengaño que sentía al despertarme. Miré por la ventana, aún estaba oscuro. Me senté y enterré la cabeza entre las rodillas, canturreando una melancólica canción de Evanescence mientras intentaba sonreír a la penumbra. 


Cuando quise darme cuenta, aquella pesadilla había vuelto. Parecía que mi mente se estaba burlando de mí. Las imágenes pasaban y los sentimientos afloraban. Era cuestión de ¿tiempo?... que terminase.


La luz perezosa del Sol acarició mi piel, invitándome a salir de la cama. Suspiré resignado y observé mi cara en un espejo, las ojeras habían calado aún más bajo mis ojos, y el gesto de cansancio era imposible de disimular. 


Mi padre entró en la habitación, subiendo la persiana, dando los buenos días y preguntando.. "¿Qué tal has dormido?". Y ahí empezaba la mentira del nuevo día. No quería darle más vueltas al asunto, lo que pase en mi cabeza se queda ahí. No me veo capaz de arrastrar cada mañana con los errores pasados, mostrándolos a todas y cada una de las personas con las que trato a lo largo del día. 


Abriendo otra brecha en mi intranquila mente, fingí un bostezo y con una sonrisa perezosa me dirigí a mi padre: "Genial". 

3 comentarios:

  1. La verdad que escribes realmente bien, me han encantado las primeras entradas. Te sigo, un beso :)

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  2. Muchas gracias ^^ A ver si encuentro más tiempo (e inspiración, todo hay que decirlo jaja) y le doy un poco de vida a esto...

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  3. No conocía esto, lo he encontrado de casualidad cotilleando. Escribe más, continúa escribiendo!

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