domingo, 2 de octubre de 2011

¿Qué haríamos sin esas musas?


Hoy no hay musas susurrándome al oído, ni inspiración resonando por cada rincón.
Delante de un espacio en blanco intentando exprimir cualquier idea que se me ocurra. Pero no es lo mismo. Cuando la inspiración viene sola, el relato se compone fluido y con armonía. Forzar la inspiración sólo corrompe las palabras, obligándolas a expresar lo que no deben.
El propio escritor se siente mal, su obra no le satisface, y ese sentimiento se refleja en la lectura, un tiempo en el que te esfuerzas por encontrar sentido a cosas que no lo tienen.
Por todo esto, los días sin la guía de las musas nos descubren nuestros límites. Son días frustrantes y antiproducentes.
Pero al final, el errar hace que apreciemos de veras la labor de esas musas, guardianas del arte y compañeras melancólicas de todo artista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario