lunes, 26 de septiembre de 2011

Who I am.


¿Has oído alguna vez unos acordes suaves, que llenan de nostalgia a quien lo escucha y a la vez te hacen sonreír? 
Una melodía que despierta tantas emociones, sencilla y compleja a la vez. Aclara mis dudas y en cierto modo me inspira. 

Soy joven. Pero intento (me esfuerzo) en pensar como algo más. Peco de insensibilidad, aunque según otros soy totalmente lo contrario. No me gusta que la gente se obsesione con lo malo, es autodestructivo e inútil, los errores siempre están ahí, lo mejor que puedes hacer es pasar a lo bueno. 
En lo referente al amor, (esa cosa que es la base de todo culebrón/vida de instituto) nulidad. Me parece algo ridículo que gente de mi edad hable de... "te querré para siempre" las excepciones se cuentan con ... los ojos de la cara. No soy de aquellos que están deseando encontrar a alguien, si tiene que llegar ya nos encontraremos. 

Puedo definirme en pasividad total con algunas cosas, pero no en todas. Creo que soy una persona en la que se puede confiar, la gente tiende a decirme cosas (que ni pregunto) y siempre estaré ahí para escucharlas. Si alguien demuestra esa confianza, ¿quién soy yo para romperla? 

Busco una visión del mundo exenta de tonterías innecesarias, busco un poco de luz objetiva en este mundo de sentimientos (aunque me guste retratar dichos sentimientos). Quería decir a los que me conocen hoy por hoy, 26 de Septiembre de 2011, que aún me estoy construyendo. No me gusta la pasividad, quiero ser como sé que puedo ser, no sólo ese Héctor que seré según mis acciones. 

En lo referente a mi actitud con la sociedad... algunas personas me dicen que cuando se me pregunta, soy demasiado sincero. Que quede claro que me gusta criticar, pero de una manera razonada, lógica y constructiva, no en forma de puñaladas por la espalda. En los grupos siempre doy mi opinión, pero no intento que se imponga ante el resto... dicho sea de paso opino que tengo dotes de liderazgo NULAS. 

Me gusta ser reservado y tener mi tiempo de soledad (que en este caso desearía que fuesen 3/4 del día). No me abro mucho a la gente, incluso mis amigos más cercanos pueden no saber muchas cosas sobre mí, supongo que les dejo saber hasta cierto punto (de forma totalmente subconsciente). Si algún día os cuento algo que parezca muy personal... ¡pensad que estoy dando un gran paso con vosotros!


Poco más que decir. Un feliz otoño a todos, y dentro de poco un año más para un servidor =3

martes, 13 de septiembre de 2011

Divagación en un mar de tonos otoñales.



Hoy quizás haya pensado en dejar de existir mientras exista. Olvidarme de los problemas, ser nada y algo al mismo tiempo, pensar en todo y no pensar.
¿Por qué no? Hay gente que deja sus esperanzas en amores que no han llegado, invisibles o incluso imaginarios. Hay gente que no tiene esperanzas, o que las dan por perdidas.
¿No puedo tenerlo todo y a la vez no tener nada? Me da miedo adelantarme y sufrir, me da miedo quedarme y no vivir.
Ha de ser todo blanco y negro, eso dicen. Lo dicen los que siempre han tenido una cosa u otra, para ellos el gris es algo injusto, pues hubiesen deseado apreciarlo.
El egoísmo ahoga mis pensamientos y cada vez soy menos fuerte... cada vez menos fuerte.


Debe ser porque yo tengo una gama de colores muy reducida en mi vida... Todo se basa en una continuidad horrible.
A lo mejor es que ambos basamos nuestros pensamientos en pequeños matices demasiado descoloridos o muy coloreados... quién sabe.
A lo mejor algún día vamos andando por la calle y nos topamos con un muro de colores, contra el cual chocamos, y nos damos cuenta de que hay más de dos malditos colores en nuestra vida.


Hoy por hoy, veo ese muro de colores como el amante que nunca regresa después de una noche de ensueño. Lo vi una vez, pero ahora se niega a volver. ¿Sabe que me encuentro mal? ¿Lo sabe y aún así no regresa? Es egoísta mi pensamiento y de ahí nace mi desesperación.
Me hace agonizar mi propio miedo a agonizar, todo se reduce al temor de temer. Una mano que nos saque de esa espiral viciosa y decadente, una mano que una vez nos tendieron y tomamos pero que ahora no está ahí. No me gusta pensar que todo se acaba con tanta facilidad, no me gusta saber que he de depender. ¿Y a ti?

¿Sabes? Lo que yo sentía por la vida, el amor, la esperanza en sí... Desapareció hace mucho.
Esas manos que antes me sostenían fuertes entre sus dedos, esos brazos que me amarraban, me juntaban contra un cuerpo cálido en el que podía confiar, han desaparecido.
Así que se podría decir que en mí ya no existe ese miedo.
¿Y sabes? Creo que no lo echo de menos =)


Tú estás acostumbrada, te adaptaste a la marejada, a los contratiempos. Para mi es algo reciente, reciente pero igual de fuerte. Desgarra con facilidad mi oposición y ya no sé cicatrizar lo malo como antes. 
Despreocupado y feliz, no pensaba que podía acabar. Yo sí tengo miedo, un miedo que está ahí. No es explicable y lo hace peor. Añoro las manos que pueden rescatarme, pero ahora no hay rescates, sólo temporales.
Veo un atisbo de sol entre las nubes, pero me parece indiferente luchar por alcanzarlo aún cuando quiero olvidar todo esto.
Mi mente juega en dos bandos distintos y no se pone de acuerdo.


...Obliga a tu mente ser uno mismo.
Sin una unidad... No hay nada



Bueno, con la colaboración de Sara Villena, he redactado esta reflexión. Carente de principio o final coherente es un simple reflejo más del océano incierto de pensamientos que pueden abarcar dos mentes ociosas.
2ª parte de la historia. He colocado a esta trama la etiqueta "Nocturne", por lo que si queréis leerla seguida, a la derecha de la pantalla veréis un apartado con el mismo nombre dónde indica el número de entradas.

>>
Aquel día, el señor Leavitt y su hija salieron temprano a dar un paseo. El otoño estaba bien avanzado, pero a pesar de la fría brisa que corría por el valle, el cálido abrazo del sol reconfortaba al cuerpo.
Padre e hija, cogidos de la mano y caminando por un sendero de tierra. De vez en cuando se cruzaban con algún aldeano o granjero. Saludaban con una amable sonrisa y seguían su camino.

- Padre, ¿por qué la gente es amable? Dijo la niña.

Aquella pregunta dejó dubitativo al hombre durante un momento.

- Bueno ... ¿Qué clase de pregunta es esa, Camyl?
- ¡No me llames Camyl, padre! Madre siempre me dice que ese nombre es muy antiguo, que es para gente anciana.
- ¿Cómo te llamo entonces? Dijo el padre con una sonrisa.
- Cam. Cam es más bonito, eso dice madre. La inocencia de la mirada de la pequeña, sus palabras sinceras...

Otra sonrisa se dibujó en su rostro, y acariciando el sedoso pelo de la niña la cogió en brazos.

-
Pues te llamaré Cam si te gusta más, ¿de acuerdo? 

La niña asintió satisfecha y dejó que su padre cargase con ella. Era pequeña para darse cuenta, pero al menos su padre había esquivado la pregunta tan delicada que había hecho. 



>> Abrí los ojos lentamente, me levanté del suelo y cogí el candil. El aceite se había esparcido por la alfombra, pero por suerte no había prendido.
¿Me había desmayado? La cabeza no hacía más que dar vueltas. Me apoyé en lo que tenía delante, levanté la mirada y entonces recordé que estaba a punto de hacer.

Dejé con cuidado el candil en el suelo y empujé de nuevo la estantería. La madera crujió y los polvorientos libros cayeron al suelo, levantado a su vez una polvareda que me hizo toser con fuerza. Cuando la nube de polvo se esparció, pude contemplar como aquel rastro de sangre se introducía por un agujero que había detrás del mueble.
El corazón me iba a estallar, mis manos temblaban y no era capaz de controlar el sudor frío que me bajaba por la frente. Miedo, da igual que lo negase, tenía miedo. Iba a coger la maldita linterna y a salir de ahí, cuando oí por el pasillo unos pasos y gruñidos.

Instintivamente apagué la luz del candil y me metí en el agujero a oscuras. Me acurruqué contra la pared. Los pasos se detuvieron, supuse que en la puerta. Deseé con todas mis fuerzas que no se acercase más, fuese lo que fuese. Los pasos se alejaron por el pasillo, el eco sonaba cada vez más distante y débil hasta que se extinguió.

Miré el candil en la penumbra. Ahora tendría que ir a oscuras. Dejé caer el brazo con desánimo y reparé en que tenía algo en el bolsillo. Introduje la mano, parecían dos trozos de una piedra áspera. En ese momento, dejé volar a mi optimismo. ¿Y si era yesca?
Coloqué el candil entre mis piernas, a tientas busqué la tapadera y la quité. Introduje los dedos y busqué la pequeña mecha de lienzo. El trabajo a oscuras resultó pesado y largo, pero tras varios intentos, conseguí que las chispas surgiesen. El lienzo empapado en aceite prendió, mi vista no se apartó de la linterna, terminé de colocar todo y me levanté.
Entonces fue cuando deseé haber permanecido a oscuras.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Os traigo este relato, que alargaré bastante (y en cuanto aprenda a poner pestañas separaré correctamente). Lo iré escribiendo por partes y aquí comienza la primera. No tiene un título aún.



Abrí los ojos lentamente, estaba todo a oscuras. Me dolía la cabeza.. "Qué demonios me ha ocurrido" pensé.

No se oía más que mi respiración que comenzaba a aumentar su velocidad. Me estaba acelerando yo solo. Decidí tranquilizarme, asique me fui a incorporar. En ese momento mi cabeza chocó contra lo que supuse que sería el techo. Era ridículo, apenas había 4 palmos de altura. Extendí mis manos hacia los lados, de momento no encontré nada. Estaba empezando a ponerme nervioso...                                                                                                                                                          
Me arrastré hacia delante, por ahora no parecía haber ningún obstáculo. Ayudándome con los codos avancé despacio, o eso me parecía, en ningún momento noté un cambio en el entorno, como si andase por una cinta que se mueve en sentido contrario y permaneciese todo el rato en el mismo sitio. El áspero suelo me recordó en un primer momento a la piedra, y mis codos y rótulas lo estaban sufriendo. 


Pero fue en ese momento, cuando me pareció ver una tenue luz a lo lejos. Un atisbo de esperanza me empujó a seguir arrastrándome por la fría piedra. Aquella luz estaba cada vez más cercana, y a medida que me iba acercando más, empecé a vislumbrar una silueta alrededor de la luz. Cuando por fin llegué al origen de aquella luz, me di cuenta de que el foco, estaba detrás de algo. Alargué la mano. Estaba frío y húmedo, más piedra, pensé. Parecía un muro. 
La luz dibujaba una silueta en un trozo del muro. Empujé lentamente, parecía ceder. El trozo de muro cayó al suelo, provocando un ruido sordo. 
Por un momento contuve la respiración, pero mis ojos se adaptaron a la luz de aquella habitación, luz que provenía de un viejo candil. 

La sala no era muy grande, el candil que estaba encima de la mesa iluminaba toda la estancia. Una puerta de madera carcomida, era la única salida de aquel lugar. Cogí la linterna y me acerqué a la puerta. Tiré del pomo oxidado y la madera crujió al moverse sobre las bisagras. El pasillo al que daba la habitación estaba completamente a oscuras. Miré el candil, aún quedaba aceite para un buen rato, pero sin saber dónde estaba no iba a hacer mucho.

Un extraño mareo me hizo tambalear al tiempo que perdía la conciencia.

>> "¿Q-qué me está pasando?"


El sol brillaba con fuerza en el cielo. Era un día agradable. Y para la familia Leavitt, la palabra agradable estaba lejos de describir la emoción y el júbilo que sentían.
La comadrona iba corriendo por las calles de la ciudad. Cuando llegó a la casa de los Leavitt, la puerta estaba abierta, y dentro se voces y gemidos.
Bridget Leavitt, la mujer del matrimonio, estaba encima de la mesa del modesto comedor. La comadrona se acercó deprisa y echó al resto de familiares menos al esposo, Darren Leavitt. Un hombre de rostro impasible y carácter frío. A pesar de todo, cuando entre sollozos y sonrisas, vió por primera vez a su hija, una sonrisa se dibujó en su cara.
Cogió a la pequeña en brazos, envuelta en una toalla y acercó su nariz a la cría. Ella alargó temblorosamente su manita y tocó la nariz de su padre, y por primera vez en más de 40 años, Darrel dejó escapar una lágrima de felicidad por su mejilla.


>> Caí al suelo. ¿Qué había sido eso? Mis piernas volvieron a responder, y decidí dejar las respuestas para más tarde.
Avancé por el pasillo a paso ligero, las sombras que se proyectaban al paso del candil, confundían y desorientaban más a mi mente. Las paredes eran muros de piedra, con vigas de madera sujetando el techo. Sin ningún tipo de decoración salvo las telarañas que se formaban en cada rincón. 




A unos 20 pasos de la habitación de la que salí, había un marco de donde antes iba una puerta. Entré en la sala pues no parecía que hubiese nada más adelante. Al iluminarla, descubrí en el suelo lo que quedaba de la puerta. Una alfombra carcomida por los años y llena de polvo, abrigaba el suelo de piedra.  

A primera vista no hallé nada importante, pero cuando me dispuse a salir, a la luz del candil desucbrí en la pared contigua a la puerta unas manchas. 
Tragué saliva y me acerqué lentamente. Sangre. Era sangre.
Salpicando toda la pared, la sangre no era reciente tenía ese tono oxidado característico. Un rastro  que se alejaba de la mancha central llamó mi atención.  Parecía una mano, una mano arrastrándose por el muro. La sangre se metía detrás de una vieja estantería. Ignorando cualquier advertencia de mi sentido común, empujé con el hombro el mueble.